He construido este articulo por todas las mujeres que he visto en consulta, con este quiebre profundo, como es la sensación de rechazo.
Hay heridas que no se ven... pero que pueden arraigarse profundamente en nuestra alma y convivir con nosotros el resto de nuestros días. Son las heridas emocionales, las huellas de los problemas vividos en la infancia y que determinan en ocasiones cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos, adultas...
Una de las heridas emocionales más profundas es la del rechazo, quien lo padece se siente rechazado en su interior, interpretando todo lo que sucede a su alrededor a través del "filtro de su herida", sintiéndose rechazado/a... en ocasiones aunque no lo sea así.
¿De dónde viene esta la herida emocional?
Rechazar significa resistir, despreciar o denegar. Lo que podemos traducir en «no querer» a algo o a alguien. Esta herida nace del rechazo de los padres hacia su hijo/a o en ocasiones, del sentirse rechazado por los progenitores, inclusive sin haber intención por parte de estos.
Ante las primeras vivencias de rechazo se comenzará a crear una coraza para protegerse de este sentimiento tan desgarrador, que va ligado a la infravaloración de uno mismo/a. Así la primera reacción de la persona que se siente rechazada será huir, por lo que no es raro que siendo niños se invente un mundo imaginario.
El rechazo que el niño o la niña puede sentir por parte de sus progenitores puede desencadenar consecuencias internas y externas a largo plazo, como, pasividad, apatía, retraimiento social, sentimientos depresivos, conductas autodestructivas, alteraciones nerviosas, problemas somáticos y comportamientos externalizados como la impulsividad, hiperactividad, desobediencia, conducta destructiva, falta de autocontrol y comportamiento violento.
En los casos de sobreprotección, más allá de la faceta superficial enmascarada de amor, el niño o niña se percibirá como rechazado, pues no es aceptado como es. El mensaje que le llega es que sus capacidades no son válidas y por eso tienen que protegerlo.
A partir de las heridas emocionales sufridas en la infancia, se conforma una parte de nuestra personalidad. Por ello, la persona que padece la herida del rechazo se caracteriza por infravalorarse . Esta situación la llevará a una búsqueda constante del reconocimiento de los otros que le costará saciar durante su vida.
Según Lisa Bourbeau, será con el progenitor del mismo sexo con el que más presente se hará esta herida y ante el que la búsqueda de amor y reconocimiento será más intensa, siendo muy sensible a cualquier comentario que proceda de él o ella.
Las palabras «nada», «inexistente» o «desaparecer» formarán parte su vocabulario habitual, confirmando la creencia y sensación del rechazo que tiene tan impregnada. De este modo, es normal que prefiera la soledad porque si recibe mucha atención habrá más posibilidades de ser despreciada. Si tiene que compartir experiencias con más gente, intentará pasar de puntillas, bajo el caparazón que se construye, apenas sin hablar y si lo hace, tan solo será para infundirse valor a sí mismo/a.
Además, vive en una ambivalencia constante, porque cuando es elegido/a, no se lo cree y se rechaza a sí mismo/a e, incluso llega a sabotear la situación y cuando no lo es, se siente rechazada por los demás.
¿Cómo sanar la herida emocional de rechazo?
El origen de cualquier herida emocional proviene de la incapacidad de perdonar aquello que nos hacemos o nos hacen los demás.
Cuanto más profunda sea la herida del rechazo, mayor será el rechazo hacia sí mismo/a, o hacia los demás. Habrá mayor tendencia a la huida, pero esto es sólo una máscara para protegerse del sufrimiento generado por esta herida.
La herida del rechazo se sana prestando especial atención a la autoestima, comenzando a valorarse y reconocerse por sí mismo/a sin necesitar la aprobación de los demás.
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